Sunday, April 24, 2011

BASURA ESPACIAL, EL APARATO DENTAL DE NOCHE


Una noche no regresó, pero no le di mayor importancia. La almohada bien podría haber olido a su sudor, a su aliento, a su último vaso de vino, a su última comida, a su pasta de dientes, a toques de enjuague bucal, a rastros de perfume, a su inhalador, pero no le di ninguna importancia.

Dos noches después de su desaparición me encontré mirando el aparato dental de noche de The Pretty Girl, rosa quirúrgico y acero inoxidable, abandonado en un kleenex blanco, sobre el suelo de madera pintado en blanco, junto a la cabecera de nuestro colchón.

Cada vez que, sigilosamente, lo olfateaba en los días posteriores, dos días, olía vagamente a su aliento, a su última comida, a su pasta de dientes, a toques de enjuague bucal, a rastros de perfume, a su inhalador. Durante dos días más imaginé que aún olía vagamente a su aliento, a su pasta de dientes, a toques de enjuague bucal, a rastros de perfume, a su inhalador. Durante otro par de días más conseguí, a ratos, convencerme a mí mismo, en una lucha de facciones desesperadas, que podía captar una tenue traza de su aliento, de su pasta de dientes, toques de enjuague bucal, rastros de perfume, de su inhalador, pero luego, dos días más y había pasado a inventar el olor de su aliento, de su último vaso de vino, de su última comida, de su pasta de dientes y enjuague bucal, rastros de su perfume, de su inhalador.

Y luego, todo se desvaneció haciéndose imposible.


Esa noche deslicé el aparato en mi boca y viví su textura de plástico rosa quirúrgico, de alambre de acero, una tortura para mis ahora sangrantes encías. Provoqué el dolor, pero a pesar del dolor, todo sabor de ella hacía tiempo que se había perdido en discusiones silenciosas de ficticios recuerdos, no importaron mis desesperados intentos por succionar su vida a partir del último recuerdo de nuestra intimidad.

El último recuerdo, lo único que me quedaba de lo que había vivido dentro de ella y que no hubiera terminado inodoro abajo o reciclado en el detritus del mundo exterior, pues incluso mi lengua había probado durante horas la sangre de su última regla, tragada, y rápidamente digerida, pero al menos paladeada más de tres semanas antes de la noche en que no regresó. Y había significado tanto para mí, y tan poco para ella.









Las ilustraciones que van con este texto son del artista David F. Brandon. Visita su mundo haciendo un click sobre esta información.