Wednesday, September 18, 2013

EL SIGNIFICADO DE TODO



Es tu montaje, tu fotomontaje empapado en vapores de sodio. Es una diminuta esquina de tu enorme universo inexplorado. Estoy seducido por esa simple pasión. Así pues me quedo mirándolo fijamente, y luego paso tímidamente tu umbral y empiezo a vivirlo. Doy mi consentimiento, permito que invada un diminuto rincón de mi propia experiencia inexplorada.

Cruzo el camino bajo la lluvia, chapoteo mi sombra, que obedientemente sugiere la dirección en la que pasear. Parpadeo varias veces para eliminar las gotas de lluvia de mis ojos y paseo, inseguro, incierto en mis pasos, hacia ella una vez más. Floto cada vez más cerca y la imagen penetra en mi conciencia de una manera tan insidiosa que me convierto en la imagen y somos una misma cosa, un ser consciente, y echamos la vista atrás hacia el lugar de dónde vengo, y tú, Peter, un momento enfocado, al siguiente desenfocado, algo así como un barco de vela de origami en un mar de olas de cartón. Es en realidad una escena del Teatro de la Memoria. Presentas un aspecto cómico. La lluvia cae con fuerza, Peter, pero no pareces ridículo, payaso, bufón. Me siento extrañamente culpable por lo que me miro los zapatos y me doy cuenta de que siempre será infinitamente complicado el mero hecho de aconsejarme a mí mismo, mucho menos aún a los demás. Actúas como mejor sabes y yo lo hago también, el resultado da igual.


El árbol en llamas está siempre entre el aquí y el allí. Sus delgadas ramas retorcidas, cubiertas de musgo, están aquí dentro y para siempre bañadas en tonos amarillos de sodio, mientras la noche pasa lentamente, siempre está entre el aquí y el allí. Mi intuición declara que el árbol está en llamas. Crepita en mi delicada cabeza. Se quema en el horno de mi cráneo. Estamos entre el aquí y el allí, Peter, lo que has engendrado gesta en mí, aquí y allá, pero no importa, más pronto que tarde serán sólo cenizas.

En el lejano valle los buitres rebañan la carroña. Los huesos blancos y relucientes al sol del mediodía. Digo que el árbol está en llamas. No hay, de hecho, consejo divino alguno. Sólo hay lluvia. Sólo hay musgo húmedo. Musgo húmedo en las ramas retorcidas empapadas en la luz de sodio de las farolas proporcionadas por consejeros anónimos a ciudadanos ejemplares como yo, propensos, aunque sólo de vez en cuando, a dar un paso más hacia un mundo vivido desde una perspectiva diferente. Por una vez, Peter, puedo verte, pero no sólo eso, puedo ver lo que ves. Somos un ser consciente. El árbol está en llamas. Arde sin llama. No necesito consejos divinos. Me embarga esa discreta pasión. Te quiero. No necesito preguntar lo que ello significa.




"AQUI, VAPORES DE SODIO"  FOTOMONTAJE © DAVID F. BRANDON, 2016, CON LA COLABORACIÓN DE VIVIEN TAN Y LA MUSA, JONE HERNÁNDEZ.