El detritus de una velada
nocturna, de la comida, de la bebida, de la conversación, de los chistes malos
y las buenas risas, está esparcido por el mantel negro. La música de fondo y
los invitados hace ya tiempo que se han ido, llevándose con ellos todos sus
ruidos, sus palabras, sus buenas filosofías y sus mejores argumentos. Las cortinas, de terciopelo rojo sangre,
están echadas. Tres copas de vino, en íntima proximidad forman un pequeño grupo
familiar, nosotros los últimos en darles descanso. Posos en dos de ellas, las
tres empañadas por huellas de dedos que me confirman que todo ha salido
fantásticamente bien.
Las dos os fuisteis a la cama
hace ya un buen rato, pero yo estoy demasiado cansado para poder dormir así que
estoy absorto en la nada, coqueteando con todas las ingeniosas respuestas que
no di y que, como siempre, llegan demasiado tarde para ser utilizadas. Coqueteo
con los recuerdos de un tiempo en el que disponía de más futuro que pasado. Sé
que hay pensamientos de los que puedo escapar, pensamientos que puedo reeducar,
y pensamientos que volverán una y otra vez con exquisita terquedad. Los de este
momento en particular, soy consciente, son sencillamente los mismos de siempre,
pero más meditados, rumiados con un vocabulario más sofisticado, un reflejo de
la compañía que frecuentamos, pero en este momento pienso con palabras,
preludio de un pensamiento.
....En algún momento es como
vivir en una película o en una oscura novela....
¡Brindo por ti, sí, por la exquisitez fragante y sublime! ¡Y un brindis por
quienes nunca entenderán completamente las razones! ¡Belleza, no deseo conocer
tu verdadero rostro! ¡Oh, horrible carroña corrompida! ¡Carroña! La cigüeña carroñera, Marabou, no
se posará para darse un banquete, ni tampoco se cubrirá de gloria lasciva
alguna.
....Juego, patrón de
movimientos, la realidad no tiene sustancia, ni restricciones....
¡Un brindis! ¡El brindis más glorioso por la chica más exquisita y rencorosa! ¡Crúor! El odio se
disfraza (se viste) de belleza. Mis ojos, unos ojos tan tristes, testigos una y
otra vez por los siglos de los siglos
amén. Mis tristes ojos, oh, pero eternamente tristes, pues la putrefacción
irrumpe para siempre, siempre, jamás un día, y no hay nada que pueda hacer para
evitarlo, para cerrar la herida, ni en este momento ni en el molesto recuerdo,
que no sabe de tiempo.
....Dulces niñas terroristas,
brindo por vosotras! Nunca sabréis por qué. ¡Carroña! Marabou no se posará,
ni se camuflará con lascivia.... todos se camuflan con lascivia....
Si hubiera cine, si hubiera una
película, yo, en algún momento, viviría como un personaje de la misma película,
o acaso en mi propia oscura novela, consumiéndome, desapareciendo, por momentos
más frágil cada vez hasta que dunas de polvo imperceptible engulleran éste, mi
decrépito cadáver.
.... Ojos tristes, de todos modos, todo se repetirá....
¡Un brindis! ¡Levanto mi copa a la consumación del juego, pues la
vida no es más que un concurso,
una confusión, un patrón de movimientos.
Nunca hay ganancia, nunca hay ganador
y por eso, me atrevo a sugerir, la realidad no tiene sustancia,
y por lo tanto, no tiene restricciones.
.... En la sala de maniquíes lo que parece cera lentamente se desliza fuera
de las armaduras, con las caras de los infames ahora irreconocibles. La
temperatura aumenta.... ojos de vidrio, cual canicas, se agrietan en una
colisión desordenada por el suelo.... nunca hubo nada tras ellos en ningún
momento....