Quedan mil pasos más por dar
sobre un pavimento suburbano, frío, anónimo, inundado
por la lluvia, pero estoy cerca del helador final. Estoy
vieja. Me quedo quieta. Sigo
quieta. Mis lágrimas resisten la
congelación, tan sólo sirven para recordar a mis ojos el frío
exterior.
Veo mil ventanas, quizá más, pero
para todas y cada una de ellas me he
vuelto invisible. Tus ojos miran
a través de las cortinas. Tus ojos miran a través
de los cristales empañados.
Tus ojos recorren la calle oscura. Tus
ojos vagan por el
bosque helado, por las nieves del
Kilimanjaro. Tus ojos
miran a través de curvas universales. Tus
ojos ....
Tus ojos
desolados buscan a través de vapores de sodio a aquella que jamás frena su
marcha. Muchas personas podrían perfectamente haber susurrado en tu oído, sin embargo
nunca la única a quien tanto te gustaría escuchar. Otras muchas podrían perfectamente
haber observado tu mirada, sin embargo nunca la única que tanto te honraría con
la suya. Muchas otras podrían perfectamente haber tocado tu piel pálida, sin embargo
nunca la única que tanto te honraría con
su delicado tacto.
Una risa amarga
y distante resuena en el ambiente.
Llueve, un triste grado separa lo que es lluvia de la nieve.
Un frío intenso más allá del contorno de mi abrigo. Un frío intenso más allá de mi sombrero. Mis dedos estarían morados de frío de no haberse recogido, dos puños
dentro de los bolsillos. Me siento aún más vieja.
Débiles ecos de ladridos, banda sonora
para consideraciones en solitario. Conozco el calor fantasmal de tu persona tras un millar de ventanas
a media luz.
Tus ojos
miran a través de unas cortinas que suavemente apartas, cual fragante cámara
lenta. Una fragancia, un falso recuerdo de tus aromas de almizcle, de jabones
de hierbas, lociones y ungüentos revolotean por un instante y se desvanecen,
disipados todos por una repentina risa lejana y
maliciosa que escucho en mi cabeza y que dice: "¡Qué lamentable espécimen!
¡En qué estado tan lamentable se encuentra!" Es justo entonces cuando soy
bendecido con un parpadeo. Un parpadeo
construido sobre las ruinas de mi imaginación.
Las ruinas de mi imaginación sustentadas sobre las ruinas
de mi memoria.
Un millón
de cortinas vuelven a caer, cerrándose como si nunca hubieran osado separarse,
quedando así el fugaz éxtasis extinguido. Un silencio absoluto me atenaza. Me siento años más vieja,
inexorablemente abocada a lo
sentimental. Cada decisión un paso menos que dar, pero no hay por qué alarmarse,
estoy cerca del final, cada decisión una incisión que me agota, una amarga
invención que no ofrece salvación ni posible redención.
Querida
mía, jamás estuviste aquí, pero el pestañeo de tus párpados sacudió los
precarios cimientos de mi invisibilidad. Sigo quieta. De pie, tambaleante, sobre las ruinas de mi imaginación.
Fotografía "REVERIES XI y FLESHTIME" y Texto © David F. Brandon, 2015